
Apartado de todo sensacionalismo, con un estilo directo, sereno y sensible a los detalles, narra la vida de seis hibakushas –supervivientes a la bomba atómica- antes, durante y después del estallido de la bomba. Su mirada no queda obnubilada en los estragos del fuego y la radiación sino en el temible efecto de éstos en el cuerpo humano. No permite que el hombre quede invisible tras la opaca cortina de humo, polvo y niebla.
Su obra se publicó por vez primera en la revista The New Yorker en tres partes, aunque los editores decidieron imprimirla íntegramente el 31 de agosto de 1946, consumiendo prácticamente todo el espacio editorial de aquel número. Hersey no se desentenderá de su labor en Hiroshima tan fácilmente y cuarenta años después, retoma el hilo para averiguar el porvenir que les esperaba a los seis protagonistas.

A diferencia de otras obras como Sol Rojo sobre Hiroshima (Mario Escobar, 2009) Hersey no permite que su novela se convierta en un cúmulo polvoriento de documentación de archivo y biblioteca. Tampoco cae en el otro extremo; la ficción. En Hiroshima no se añade ni un punto de más. En oposición a su Joe ya está en casa en el que se inventa un personaje que aúna los rasgos y las historias de muchos soldados reales, en sus líneas para The New Yorker se ve obligado a aferrarse a la más pulcra objetividad. Su renuncia a la construcción simbólica, a la intención de difundir “una lección de la vida” también deja entrever su alejamiento de cualquier propósito novelizante. Contaba con que su obra no frenaría la carrera nuclear, aunque por lo menos logró despertar la conciencia de los estadounidenses a los horrores de la guerra atómica.
1 comentario:
Enhorabuena. Una señora reseña.
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