Llamemos las cosas por su nombre

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a) "Munilla intentará despersonalizar la Iglesia vasca", declaraciones del PNV.
b)"Las corridas de toros han de erradicarse. Atentan contra la dignidad de los animales", aseveran más de 180.000 catalanes.

¿Qué ocultan estas denuncias? O mejor dicho, intentan ocultar.

Antes de que el obispo donostiarra haya tomado posesión de su nuevo cargo, el 77% de los párrocos guipuzcoanos se ha sublevado contra esta designación. "Queremos seguir caminando en coherencia con las opciones pastorales que hemos mantenido a lo largo de todos estos años".
Repasemos en qué ha consistido ese camino en los últimos treinta años. ¿Les suena que el clero vasco se haya unido para respaldar a alguna víctima de ETA? ¿Condenan la barbarie terrorista? No recuerdan el quinto mandamiento de la Ley de Dios o peor aún, nunca lo asimilaron.
¿Qué prima la fe o la política? Se empeñan en maquillar un sentimiento nacionalista so pretexto de que el nombramiento del prelado Munilla constituye una desautorización de la vida eclesial de su diócesis. Toma ya, eso sí que es un eufismo y lo demás son tonterías.

Pasemos al segundo caso. En estos minutos estarán entrando los toros en el hemiciclo catalán. La Cámara debatirá una Iniciativa Legislativa Popular que demanda la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Bajo la protección del derecho de los animales, se cobija "el fantasma de la españolidad". La fiesta taurina es nuestra mejor embajadora en el extranjero. El espectáculo de masas más antiguo de España que aún congrega a miles de aficionados en los ruedos. Volvemos a lo mismo. ¿Dignidad de los toros o nacionalismo encubierto?