
Sin ir muy lejos, ayer mismo cayó en saco roto la gran promesa de que Guantánamo se cerraría en enero. El incierto destino de los reclusos –que nadie los quiere ni regalados- ha impedido la ejecución de una de las primera acciones del presidente, cerrar la penitenciaría en doce meses.
Sus maniobras sobre Afganistán han dado como resultado el deterioro de la estrategia militar de la OTAN, el fortalecimiento de los talibanes y la continuidad de un presidente corrupto que se mantiene gracias al pucherazo del pasado agosto. Y ya, en la misma zona Superobama ha difuminado rápido las esperanzas de la comunidad palestina de dar salida a un conflicto o por lo menos, frenar los asentamientos israelíes. El Ministerio del Interior hebreo autorizó ayer la construcción de 900 nuevas viviendas en el barrio de Gilo, en Jerusalén Este. El primer desertor en la lucha por un estado palestino ha sido Mahmud Abbas, que ante la ausencia de cambios en la política estadounidense hacia Israel ha anunciado que concurrirá a los próximos comicios en enero.
Y ya veremos cómo el gran presidente comprometido con el Medio y el cambio climático no conseguirá resultados en la cumbre de Copenhague para reducir las emisiones de CO2 y perfilar un nuevo Tratado de Kioto. Tanto su país como China, los grandes contaminantes del planeta con un 40% de las emisiones totales, no están decididos a firmar un acuerdo vinculante. Lo que sí conseguirá Obama por esas fechas, a tan sólo un centenar de kilómetros de Copenhague, es el Premio Nobel de la Paz, cuya candidatura, por cierto, fue presentada tan sólo a los diez días de llegar a la Casa Blanca.
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