martes, 23 de febrero de 2010

Lluvia de objetos

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El pasado 16 de diciembre publicaba una entrada sobre el hobby de expresar la disconformidad hacia la clase dirigente arrojando cualquier tipo de proyectil doméstico, como si éste fuera a modificar la sesera de sus destinatarios. Ahora podemos añadir una gota más a esta lluvia de objetos.

En este caso, la lucha por la independencia del Kurdistán se convirtió en la metralla. El pasado lunes, un joven, de 27 años con pasaporte sirio y de origen kurdo, lanzó un zapato negro de gran talla -aproximadamente un 44- al primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan.

El calzado no alcanzó al dirigente turco, sino que impactó contra la carrocería de su vehículo y cayó al suelo. El agresor -al que se le imputan tres delitos, uno contra la comunidad internacional, otro de injurias, y un tercero de resistencia a la autoridad- ya ha ingresado en prisión.

La compleja historia del Kurdistán afecta a unos 30 millones de kurdos que se hallan dispersos en Turquía (45%), Irán (25%), Irak (20%), Siria (5 %) y otros lugares del Cáucaso y Oriente Medio (resto). Todos estos países tan heterogéneos encuentran un factor común para negar el hecho Kurdo y luchar por la misma causa. Evidentemente, hablamos de dinero. La explotación de reservas de un territorio muy jugoso y apetecible aúna los intereses de todos. Harán lo irrealizable para sacar tajada de una de las mayores reservas petrolíferas de Oriente Próximo.



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